Atlanta sorprende. Por la extrema amabilidad de su gente, de corazón sureño. Por su entorno verde, en afortunado contraste con el acero de los cinematográficos rascacielos. Por su alegre y ruidosa vida nocturna, plagada de risas de caras negras y dientes blancos. Por su particular downtown, que parece estar inmerso en un parque temático de atracciones mundialmente famosas. Por su variopinta gastronomía, que le esquiva al fast food.